Hoy en día parece que no seas nada sin aparato. No me refiero a tener que echar mano de la ortodoncia para salir a la calle como Hannibal Lecter con tal de triunfar. Tampoco a lo que pudiera parecer leyendo solo el titular. Es cierto que algunos creen mandar más por tener uno de ésos que no comparte Trinidad Jiménez ni aspira a conquistar como trofeo de guerra de Gómez, pero son fósiles de otro tiempo.
Aparato, en tiempos de primarias, de candidatos y de precampañas, solo hay uno: el del partido. Eso es poder y lo demás, partidas de Risk.
Con las primarias lo que se pone de manifiesto es precisamente eso. El poder en estado puro. La capacidad para mover los hilos y seguir en él es la mayor demostración de poderío y control. No lo es conseguir los avales ni hacer ruido en los medios de comunicación. Todo eso, con habilidad, conocimiento del terreno y ganas de gresca es relativamente fácil de obtener.
El problema es hacer valer esas firmas y acallar a los medios cuando interesa. Eso es, de verdad, tener poder. Y es lo que hacen las Ejecutivas de los partidos en estas duras semanas de primarias. Un cambio de líder les puede abocar al ostracismo, de modo que está en juego la supervivencia y ahí todo está permitido. Al fin y al cabo es la guerra.
Los políticos suelen decir que no es así; al contrario, presumen de primarias alegando que es un ejercicio de democracia, pero llegado el test ninguno lo pasa. Una de las pruebas es la autocrítica pero la máxima que se aplica es “los trapos sucios se lavan en casa”.
De ese modo el candidato opositor al líder vigente tiene que justificar el cambio alegando una gestión, cuanto menos, inapropiada. Eso obliga a criticar lo realizado hasta ese momento y a quien lo ha hecho. Sin embargo, para el partido la crítica es inadmisible. Por eso tanto Gómez como -aquí- Asunción han tenido que escuchar reproches por atacar al PSOE. ¿La democracia no está hecha de crítica y de atención a la minoría, al debate y al contraste de opiniones?