Supongo que quienes ayer se manifestaban contra ‘el capital’, no se oponen a las estrategias que éste desarrolla para multiplicarse en manos de unos pocos enriquecidos por perseguir un balón. De lo contrario harían huelga todos los domingos. Motivos no faltan: ¿Acaso no es capital lo que mueve la industria del fútbol? ¿No son vergonzantes las cifras millonarias de los grandes fichajes?
No debe de serlo cuando ningún piquete impidió la llegada del autobús del Valencia a Mestalla. No estoy diciendo que debieran haberlo hecho. En absoluto. Como tampoco me parece aceptable la coacción verbal y menos la física a la que sometieron a algún trabajador de la limpieza, del transporte o del comercio durante el día de ayer.
Ellos no tuvieron la suerte de dedicarse a hacer disfrutar a los futboleros. De haber sido así la protesta hubiera quedado abandonada en pro de una Champions. ¿Hubieran aceptado de buen grado los aficionados que los futbolistas se hubieran declarado en huelga de empeines caídos?
Si aplicamos los comportamientos mañaneros al fútbol, nos hubiéramos encontrado con la triste noticia de que el Valencia daba por perdido el partido porque se negaba a jugar contra el Manchester. O que solo hubieran jugado dos defensas, un delantero y un portero a tiempo parcial por aquello de cumplir los servicios mínimos. Mientras, desde la grada, los piquetes les hubieran gritado «esquiroles», hubieran impedido su salida del vestuario o quien sabe si su entrada en la ducha -esto, ya sin cámaras- y hubieran puesto silicona en los tacos de sus zapatillas.
Nadie se planteó ayer que no jugara el Valencia o que lo hiciera a medio gas aún a riesgo de perder el partido. Tampoco hubiera sido bien aceptado por los aficionados que una vez en el campo alguien hubiera anunciado por los altavoces: «el partido ha quedado cancelado» como se encontraron quienes debían coger un avión.
Será porque el capital no tiene nada que ver con el deporte de masas. Éste se mueve por altruismo y sentido del deber, no por la búsqueda del beneficio como horizonte existencial. No hay especulación en el fútbol. Los clubes, en el fondo, son ONG.