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María José Pou

iPou 3.0

Delincuente o pecador

He de reconocer que cuando leí en prensa los titulares, pensé “ya estamos otra vez; los obispos metiendo la pata”. Me refiero a esa declaración del portavoz de la Conferencia Episcopal en la que calificaba de “comprensibles” los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes dado que “todos somos pecadores”.

A pesar de mi falta de fe en las habilidades mediáticas del portavoz, le concedí el beneficio de la duda y escuché la rueda de prensa completa que la Conferencia pone a disposición de todos en su web, cosa que no hacen, por cierto, muchas organizaciones e instituciones públicas.

En efecto. La visioné entera y confirmé la sospecha. El portavoz había repudiado, con toda claridad, esos comportamientos, como el caso que se ha conocido aquí en Valencia. Su referencia a la condición pecadora se enmarcaba en una reflexión necesaria y contextualizadora: los casos en España son muy pocos -gracias a Dios- y aunque un solo caso resulta ya asqueroso, no es imposible que haya alguno.

Esas palabras no están justificando una actitud que avergüenza a cualquier católico y que, como recordó, es considerada delictiva tanto por el derecho penal como por el canónico. Están explicando la existencia de una posibilidad. Lo hacen de un modo ligeramente torpe en el sentido de que la frase puede ser manipulada. Ese sexto sentido periodístico es el que le falta al portavoz Martínez Camino. Y en general a algunos obispos y sacerdotes.

Lo mismo ocurre con la expresión “todos somos pecadores”. No está dando por hecho que es inevitable el abuso. Es evitable. Sin duda. Y corresponde a los rectores de los seminarios, a los obispos, a los directores espirituales y a los demás compañeros de clero estar vigilantes y cortar de raíz cualquier amago en un sacerdote pederasta.

Pero una reflexión sobre la naturaleza pecadora no consuela a la sociedad. Es cierta pero escasa. Sirve de punto de partida para no juzgar sin mirarse a uno mismo. Para decidir no tirar la piedra -excepto que uno alcance la altura ética de Luna-. Es una clave interna, en definitiva. Pero a los ciudadanos hay que hablarles del delincuente denunciado, no del pecador.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.