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María José Pou

iPou 3.0

Su oro, gracias

Los pobres empeñan el oro y los ricos lo compran como quien compra tabaco. Ya sé que no es exactamente así porque de lo contrario no se acabarían antes las piezas de un gramo que todas las demás. Sin embargo, resulta una paradoja de nuestro tiempo que nace del miedo a perder cualquier ahorro y mira por ello hacia el noble metal.

Hace unas semanas supimos, por un reportaje de Javier Martínez en estas mismas páginas, cómo se trapichea con el oro en Valencia y se explota la necesidad de quien se ve obligado a llevar al Monte de Piedad las joyas de la madre.

No hay más que darse una vuelta por Barón de Cárcer y fijarse en quienes invitan a pasar a las casas de empeño. Recuerdan a quienes van a la busca y captura de clientes para el examen psicotécnico en los alrededores de la Jefatura de Tráfico.

Es un comportamiento universal que encontramos en las callejuelas del Gran Bazar de Estambul o entre los restaurantes londinenses de poca monta en las zonas de paso de turistas. Supone, en cualquier caso, no esperar a que el cliente se interese sino salir a buscarlo y engatusarlo hacia el negocio.

Eso mismo se hace con el oro del pobre pero no con el del rico. En este caso la antítesis se encuentra en el hotel Palace de Madrid donde se ha situado un cajero automático que expende oro. No tabaco ni preservativos sino oro.

Dicen que solo existen dos más como ése, en Abu Dabi y en Milán, pero yo me pregunto si la compra del oro debe hacerse de ese modo. No lo digo porque no tenga garantías el producto sino por la inseguridad en torno a ese tipo de cajero.

Si ya resulta arriesgado en ocasiones acudir a un cajero para sacar dinero porque puede haber unos sinvergüenzas esperando a cien metros para quedárselo, no parece sensato acercarse a un cajero cuya única función es darnos oro.

Aunque, pensándolo bien, el cliente del Palace entra y sale, a menudo, con joyas, tarjetas o trajes más valiosos que los gramos de oro que pueda comprar en el cajero.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.