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María José Pou

iPou 3.0

La Pantoja destroy

Parece una letra de copla. O un relato mítico de una heroína de Episodio Nacional: salió con la ropa hecha jirones.

Eran las cinco en punto de la tarde. O las doce en punto del mediodía, que para esto no hay que ser una purista literaria precisamente. Y ella, la viuda de España, la novia del Cachuli -¿la Cachula?- se enfrentó a las fieras de la prensa y se zafó de ellas. Pero no le salió gratis. Se dejó media vida en el intento y la pelea a muerte dejó cicatrices en su alma. Y retales de su vestido en el asfalto.

Era la Pantoja, después de esto, llamémosla la Pantoja customizada como unos jeans desgarrados. Es la Panto destroy.

Un show desagradable y que en nada mejora la imagen de las tonadilleras españolas. Antes las folklóricas tenían baúl. El baúl de la Piquer es hoy todo un signo de vaivenes, exilio y vida nómada propia del artista.

Ahora, sin embargo, del baúl de la Piquer, capaz de contener los trajes más impresionantes, hemos pasado al armario de la Pantoja. Y a su vestido roto. De acuerdo que no es el vestido manchado de la Lewinsky pero es el ‘siete de la Pantoja’. Lástima.

Dicen que se lo rompieron a empujones. No hay más que ver las imágenes. La duda es por qué, si vieron arremolinarse por allí a docenas de periodistas, nadie pensara en evitar el tumulto estableciendo un ‘espacio protegido’.

Se podría argumentar que ella es una ciudadana como los demás y por tanto no debe ser tratada de forma distinta. Sin embargo, me pregunto por qué a Camps se le despejó la entrada en el TSJ cuando fue a declarar. Razones de seguridad recomendaban las vallas entonces pero en este caso lo hacía el sentido común. De hecho, el juez sí lo tuvo haciéndola salir por la puerta trasera. No debe recibir un trato preferencial pero tampoco salir con el vestido hecho jirones del juzgado.

Ese vestido quedará en los anales, como los de Evita. Para el museo. Pero para el museo del exceso periodístico más abochornante. El que pisotea -físicamente- al personaje con tal de rentabilizarlo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.