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María José Pou

iPou 3.0

Las bailarinas de Rosa

De las ministras Vogue hemos pasado al estilo Rosa Aguilar. A mí me gusta. Me gusta una ministra preocupada por su negociado y no por la imagen que proyecta. Eso no quita nada a las ministras que prefieren arreglarse y ponerse tacones. Así es el colectivo femenino real: las hay que se encuentran mejor con un vestido monísimo, unos tacones y un buen maquillaje y las hay que optan por las bailarinas y una blusa camisera, como Rosa Aguilar.

Por eso no es aceptable ni criticar a De la Vega por no repetir conjunto, si es lo que va con su personalidad y se siente bien así, ni censurar a Rosa Aguilar por llevar zapato plano en su primer consejo de ministros. Ambas representan a la mujer y tan machista es decir que una ministra debe ir femenina como exigir que no luzca palmito si lo desea. La cuestión es que, al margen de todo ello, sepa gestionar y lo haga por el bien de España. Lo otro es secundario.

Prueba de ello es que de los hombres no pedimos el cuidado de la imagen ni comentamos excepto la coincidencia de corbatas entre Rubalcaba y Zapatero intentando ver en el azar una señal divina de sucesión.

De los varones esperamos eficacia y porte de ministros. De las mujeres queremos que sean asexuadas pero femeninas. A mí que me lo expliquen. Si lucen morritos como Pajín o piernas como decían que impresionaban a los diputados las de Rosa Conde, hay quienes se quedan en eso y no ven más allá. Será la mirada andrógina del mundo. Si está embarazada como Chacón, la criticamos. Como si las señoras de los ministros no se embarazasen nunca. Por obra y gracia de ellos, precisamente, entre pleno y pleno.

Decía Carme Chacón hace unos días que este país está preparado para tener una mujer presidente. Yo tengo mis dudas. Podrá decirse que España está lista cuando no destaquemos si es hombre o mujer el sujeto elegido para un cargo, del mismo modo que no destacamos si es alto o bajo, calvo o con una poderosa mata de pelo. O sea, como hacemos con los hombres.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.