Siento decirlo pero ya estamos en campaña. No me refiero a las elecciones locales que celebraremos en mayo sino a las generales. Para ésas aún queda año y medio. Larga campaña, pues. Pero no puede concluirse otra cosa tras escuchar a Zapatero en el Comité Federal del partido celebrado ayer en Madrid.
La clave hay que encontrarla en la reacción socialista ante los cambios gubernamentales. Sin duda, la del PP ha sido trágica y se ha evidenciado en una conversación pillada por las cámaras entre Mª Dolores de Cospedal, Javier Arenas y Pío García Escudero. En ese “robado” audiovisual -cualquier día los asesores los prepararán tal y como se hace con los robados fotográficos-, los líderes del PP mostraban su preocupación por un gobierno mejor.
Comentarios como ése han hecho decir a Zapatero que “solo con verles las caras, sabemos que hemos acertado”. Si reveladora era la conversación del PP, más reveladora aún es el comentario de ZP. Si el acierto del cambio de gobierno ha sido hundir el ánimo del PP, el objetivo no era España ni superar la crisis sino superar la crisis de liderazgo del PSOE. Y eso, aquí y en Pekín, es utilizar a un país como rehén de una estrategia electoral.
Al partido en el gobierno poco le importa si son los ministros que van a sacar a España del agujero en el que está. Prueba de ello es que no se ha cambiado a la ministra de Economía. Solo al de Trabajo. La política económica va a ser la misma, pero ahora se trata de calmar (¿aún más?) a los sindicatos para que nunca se vea Zapatero en una tesitura como la francesa. Porque lo de Francia aquí sería más perjudicial para su continuidad que el 11-M para la de Aznar.
La renovación del gobierno ha pretendido dar una patada al PP en sus mismísimos. Y lo ha logrado. Y no hacía falta que lo revelara Zapatero. La llegada de Rubalcaba y sus dos claves han sido definitivas. La primera, centrar sus iras en el PP; la segunda, convertir a los ministros en agitadores. Vienen tiempos de elecciones y de propaganda en dosis mortíferas.