Ya no busque usted a su primo, como antiguamente. Eso son cosas de un pasado en el que los problemas parecían desaparecer en cuanto una amenazaba con un «¿a que llamo a mi primo?». Ahora ya no hacen falta primos ni hermanos mayores ni amigos menores. Ahora es suficiente con mencionar a Wikileaks para que todos se echen a temblar.
Esto, que parece una exageración de columnista, ha adquirido corporeidad en la afilada lengua de González Pons, tan afilada que a veces ejerce de cúter sobre su propia gracia y la parte en dos. La última ha sido invitar a Wikileaks a investigar y divulgar secretos de Rubalcaba.
No digo que no haga falta un sabueso olfateador que nos diga de verdad qué pasó durante el 23-F, detrás del GAL o con la defenestración de Mario Conde. Ya sé que hay versiones coherentes de todo ello pero cuando estudiamos la Historia sabemos que, con el tiempo, acaban apareciendo determinados secretos que ayudan a explicar todo mucho mejor. Quizás, incluso, no sea necesario remontarse en el tiempo y nos conformaríamos con saber qué ha habido detrás de los secuestros de barcos o de cooperantes que han terminado resueltos, gracias a Dios, sin víctimas. Y sin información.
O saber qué se está cociendo en las relaciones del gobierno con el entorno abertzale antes de que, en vísperas electorales, saquen el conejo definitivo de la chistera y nos anuncien el fin de ETA. Sería el conejo de los conejos. Y su efecto sería demoledor sobre el PP.
Necesitamos información y, por eso, centrar la atención en Rubalcaba es ceder a la estrategia diseñada por éste o por sus asesores para lograrlo. Rubalcaba es el Alfonso Guerra de Zapatero. Aquel sirvió, y mucho, a González, interpretando el papel de malo y parándole los golpes. Su colmillo afilado distraía la atención y centraba el interés de los comentaristas. Aquí sucede lo mismo. Rubalcaba es la puching ball, el saco o la bola a la que pegan los boxeadores cuando se entrenan. Mientras le peguemos a él, no tocaremos a ZP y, así, se mantendrá indemne hasta las elecciones.
Más que a Wikileaks, necesitamos no distraernos.