¿Puede la Iglesia honrar a sus mártires? En principio la respuesta es positiva pero todo depende de la causa de su martirio. Mártir fue San Vicente y todos los perseguidos por Roma en el siglo IV. Su figura convirtió a Valencia en centro de peregrinaje durante siglos. A su recuerdo hay dedicadas iglesias por toda Europa y nadie se plantearía que su memoria fuera un arma contra sus perseguidores.

Otra cosa son los mártires de la persecución desatada en España en los años 30. En ese caso su muerte se contempla como el platillo de una balanza desproporcionada que hay que equilibrar negando el culto y el recuerdo de su sacrificio.

Así pueden entenderse las declaraciones que ayer hizo un portavoz de los grupos de Recuperación de la Memoria Histórica sobre la bendición de la parroquia en las naves de la Cross. Éste alertó sobre el riesgo de una utilización política de los mártires al dedicarles una iglesia. Y lo curioso es que esa misma declaración es, en sí, un modo de incorporar la clave política, es decir, alertando de un riesgo se comete aquello que, presuntamente, se quiere evitar.

El problema es la equiparación de los muertos por ser católicos y los muertos por ser republicanos, comunistas o librepensadores.

Tienen razón los grupos de memoria histórica cuando reclaman un lugar para recordar a quienes fueron asesinados por sus ideas políticas pero esa reclamación se desvirtúa cuando se niega a la Iglesia que recuerde a sus mártires.

Y no basta con pedir que la Iglesia también tenga en cuenta al otro bando porque no está honrando a ‘los nacionales’ sino a quienes murieron por ser creyentes. Que su muerte se produjera en nombre de la libertad, la República y el Frente Popular es un problema para quienes creen que solo matándoles podía implantarse aquella, no para la Iglesia.

Lo que no se puede es negar o distorsionar la realidad. Cierto que durante décadas en este país solo había unos ‘caídos’ y es necesario recuperar a los olvidados pero eso no debe hacerse a costa de negar a la Iglesia el recuerdo de quienes murieron no por Franco sino por Cristo.