Una de las cosas que me preocupó al anunciarse la reunión que mañana tendrá lugar en la Moncloa entre Rodríguez Zapatero y los empresarios era la coletilla última con la que terminaba la noticia: no falta ninguno entre los importantes.
Cuando lo escuché me alegré de no ser empresaria porque, de haberlo sido, quizás me hubiera molestado. La manera de presentar esta reunión, de hecho, es un error de estrategia no solo al ‘puentear’ a la CEOE e irse directamente a algunos de sus miembros, sino también al enfadar a todos aquellos que, no habiendo sido invitados creen que deberían estarlo. Dicho de otro modo, con su exclusión se les estaba indicando que no son mucho en el panorama empresarial español.
Entre quienes tenían motivos para molestarse estaban las mujeres empresarias pues de 31 asistentes, solo había una mujer, la ministra. Pero lo más interesante fue el argumento de Leire Pajín. La nueva ministra dijo que esa disparidad demostraba que algo debe cambiar en España.
En efecto, algo debe cambiar, sin embargo la diferencia demuestra algo más: el abismo entre la realidad que el gobierno quiere mostrar y fuerza a cambiar y realidad real, valga la redundancia.
No digo que mienta el Ejecutivo pero es cierto que en él existe la convicción de que las cosas se cambian desde la autoridad y la imposición y no es así. La paridad del gobierno ha sido, durante mucho tiempo, la carta de presentación de España fuera de sus fronteras como un país volcado con la igualdad pero la España real no es igualitaria. Prueba de esa disparidad es la foto del sábado entre 30 varones que gobiernan las empresas y 1 mujer que marca la política económica.
En la primera esfera rige la tradición, la competitividad y la imposibilidad de conciliar vida laboral y familiar que favorecen el liderazgo masculino, en cambio en la segunda rige el criterio político. Forzado a veces pero capaz de cambiar las cosas.