Después de centenares de muertos, no deberíamos conformarnos con cualquier cosa. Nunca en la vida debemos hacerlo pero mucho menos cuando se trata de una lucha por la vida y por la libertad.
En España son centenares quienes han perdido la vida, la salud, la familia, la patria o la paz por culpa de ETA. Han sido víctimas por no ceder a su chantaje, a su extorsión, a su amenaza y a sus imposiciones. Por no ceder a su propuesta de esclavitud que es la que siguen haciendo. Por querer ser libres.
Por no ceder ni ellos a título personal ni todos representados en el propio Estado de forma colectiva. Y los ciudadanos hemos apoyado esa postura con nuestros votos. Hemos estado junto a la familia Blanco cuando mataron a Miguel Ángel, por no ceder. Y con todos lo demás.
Por eso, por su memoria, no debemos conformarnos. Eso significa que no es bastante con no matar. Eso no es un mérito. Es un requisito básico de la convivencia. “No matarás” es un mandamiento antiguo pero no desfasado. Es un mínimo, no un máximo. No es un horizonte ético, es un punto de partida.
Ésa es la razón por la que no podemos conformarnos simplemente con que ETA no mate. Y, a cambio, que reciban lo que han estado exigiendo con las armas durante décadas. No matar es lo normal en la convivencia pacífica y democrática en que estamos. No es una rareza extraordinaria que conviene cuidar como especie en peligro. “No matarás” es lo básico. Después de eso ya podemos hablar de no robar, no extorsionar, no abusar o no difamar pero el respeto a la vida no es un plus para vivir en sociedad.
Respetar el quinto mandamiento no tiene premio. Lo tiene favorecer la vida, darla por ayudar a otro o renunciar a una vida cómoda por hacer más digna la de los demás. En esos casos, las actitudes son una mejora optativa y deseable pero que no se da por descontado. ETA quiere premio por dejarnos vivir. No deberíamos conformarnos con tan poco.