¿Quién no ha visto a una niña coger furtivamente los pintalabios o los tacones de su madre y jugar a ser mayor frente al espejo? Posiblemente en eso estaban pensando los responsables del número de Vogue publicado en Francia que ha removido las aguas de la opinión pública en el país vecino. O no.
En el reportaje dedicado a los regalos con motivo de las fiestas navideñas, tres niñas de no más de 7 años han protagonizado las fotografías como la harían las grandes modelos: con vestidos de diseñadores importantes, joyas de grandes marcas, tacones y maquillaje. Los gestos son también propios de sus hermanas mayores y aunque hay quien pretende ver en ello sensualidad lo cierto es que no se les ha exigido una imagen especialmente provocativa.
Nada más publicarse comenzó la polémica y su redactora jefa fue destituida. ¿Por qué? Por lo que supone ver a niñas haciendo de modelos.
Dicen quienes critican a Vogue que se les presenta como ‘lolitas’, como iconos sexuales. Es cierto, porque están imitando a las profesionales.
Ellas no están representadas en ese intento por parecer mayores. Las fotos no las muestran ante el espejo de sus madres pintándose los labios sino posando ante el espectador. Es decir, como lo haría una modelo, no una niña.
Pero el problema está ahí y va más allá de la condición infantil. Lo revisable es que se dé por buena la utilización de la mujer como reclamo sexual. Si, además, es menor resulta especialmente lamentable pero ¿por qué nos parece normal la cosificación de la mujer adulta?
Los críticos con la revista afirman que promueve la pedofilia lo que significa que excitan el deseo -canalizado en este caso de un modo totalmente inadmisible-. La razón hay que buscarla en claves habituales: escotes pronunciados o faldas que dejan ver el muslo. Pero lo importante es que eso evidencia que también las modelos adultas hacen ese papel. Y que ya es hora de revisarlo.