La coherencia no es una cualidad en la vida política española. Una cosa es la cabezonería y otra, la coherencia. Parecen próximas pero no debemos confundirlas. Empeñarse en un tema no siempre es fruto de un intento por mantener un criterio único y no variable sino del puro empecinamiento, capricho o vocación recalcitrante.
En cambio, ser coherente es no cambiar en función de que el asunto beneficie o perjudique. Es ligeramente distinto pues supone estar dispuesto a sufrir los rigores de un posicionamiento per se, no por lo que reporta.
Eso no siempre lo vemos en la clase política. Sin ir más lejos, aquí sorprende la preocupación del gobierno autonómico por la protección medioambiental cuando se trata de perforaciones petrolíferas en el litoral pero no con la aplicación de la Ley de Costas.
Ayer mismo con el resultado del pacto por las pensiones, me pareció asistir a un acto de incoherencia manifiesta del gobierno central y hasta de los sindicatos. Mucho reivindicar la atención a la dependencia pero, llegado el momento, la reforma de las pensiones no contempla ese tiempo para la cotización.
En adelante, los padres o madres que renuncien a trabajar para poder cuidar de sus hijos no perderán ese tiempo para cotizar pues se incluirá. También lo hará el periodo de formación o más bien de trabajo encubierto que suponen muchas de las becas en este país.
Sin embargo, nadie ha contemplado la necesidad de incluir también los años destinados al cuidado de un dependiente para cotizar. ¿Por qué la atención a los hijos sí se contempla pero la de los padres no? Y quien dice ‘padres’ dice ‘esposo’ o ‘esposa’.
Esa diferencia, además, es doblemente discriminatoria porque la atención a la dependencia, mayoritariamente, es tarea de mujeres de modo que a las dificultades de inserción laboral se suma ahora una traba más: no pueden cotizar por un rol socialmente impuesto y que les impide trabajar.