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María José Pou

iPou 3.0

Cine y política

En los últimos años, sobre todo desde que vimos el cartel del «No a la guerra» y a Zapatero con Sonsoles sosteniendo un Goya, cada vez que se celebra la Gala del cine español, resurge el debate sobre los límites del Séptimo Arte en su reivindicación política.

¿Deben los cineastas meterse en harinas ideológicas? Si solo contemplamos su función como un modo de entretener y los vemos como bufones, quizás nos moleste que desde el escenario exhiban pancartas, hagan alegatos y tomen postura en relación a las cuestiones de debate público.

Sin embargo el cine no es un juguete alucinógeno que nos hace olvidar la realidad. El cine es eso, es entretenimiento, pero también es un modo de ver la realidad. De ver aquella que no se puede ver de otro modo, de denunciar la que otros quieren ocultar o de tomar conciencia de la que nos rodea para actuar y cambiarla o para esconder la cabeza debajo del ala y hacer como que no va con nosotros.

Por eso defiendo al cineasta como a cualquier otro miembro de la intelectualidad y la cultura. De ellos, de los intelectuales, es de quienes una sociedad puede esperar el cambio. No va a venir de la clase política o de ésta sin una inspiración innovadora que es propia de la cultura.

Ahora bien, ese sentido crítico no tiene por qué aparecer en la gala de forma burda, con una pancarta, con un mítin desde el escenario o con una homilía desde la tribuna. Una servidora espera que aparezca en la pantalla. Ése es el verdadero púlpito de un cineasta.

Por ejemplo, entre los últimos nominados, hay denuncia y mucha, del presente y no solo del pasado en la película Buried (Enterrado). En ella se pone en evidencia a todo el sistema: al gobierno, a los servicios secretos, a las empresas y sus hipocresías, a las compañías de seguros, a los amigos y hasta a los terroristas. Nadie se salva. Es una película profundamente política. Que no todo va a ser hablar de la guerra civil.

Temas

cine, debates

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.