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María José Pou

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“Banda sonora” de los Borgia

Entretenidos como estábamos ayer con la presencia de Catalunya en los Premios Goya gracias a ‘Pa negre’ (¿por qué algunos dicen ‘Buried’ en inglés y, sin embargo, ‘Pan negro’ en castellano?), no supimos apenas nada de los Grammy excepto que Alejandro Sanz se había llevado algo.

En cambio, una noticia buenísima sobre los grandes premios de la música en Estados Unidos como es el premio otorgado a Jordi Savall ni siquiera ha tenido eco por aquí. Y eso que es catalán. Y que su galardón coincide con el boom de la gran vencedora ‘del país’ en los Goya.

Jordi Savall es un gran nombre en la música antigua, esto es, la clásica de los clásicos, aquella que antecedió al mismo Bach y no digamos a Beethoven o a Mozart. Es la música que suena a los pasillos del Escorial o a la bóveda de los ángeles en la Catedral de Valencia. La que escuchaban en la Corte de Felipe II o de María Tudor. La de Palestrina y Tomás Luis de Victoria.

Son también las melodías que deleitaron a Francisco de Borja en los días en que Gandía era la cuna de la familia más poderosa del mundo. Y ahí es donde ha sido premiado Savall, no solo por su aportación con una obra que recupera la ‘banda sonora’ de los Borgia sino por su interpretación de ‘pequeño formato de una composición clásica’ que es el premio recibido.

La obra se estrenó aquí en la Comunitat ya que fue un encargo para el V Centenario de San Francisco de Borja. Pretendía -y lo consiguió- recrear esa música de fondo que escuchaban los contemporáneos de Calixto III y Alejandro VI pues el trabajo de los expertos como Savall es semejante al del arqueólogo. No se trata tanto de encontrar piezas antiguas como de averiguar, a partir de ellas, cómo se vivía en la época.

Los aficionados a esta música, melómanos de verdad, no luchan por poder descargarla. Saben, desde hace mucho tiempo, que no hay nada como escucharla en vivo. Ellos no consumen. Disfrutan la música.

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Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.