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María José Pou

iPou 3.0

El suroeste asiático

Al ver los premios de la Berlinale a la película iraní ‘Nader y Simin. Una separación’ he caído en la cuenta del despertar del mundo árabe y su entorno.

Ya sé que debería haberlo hecho con las protestas en Egipto, Túnez o Yemen y ahora Marruecos y Libia pero no ha sido hasta conocer los premios de un prestigioso festival europeo cuando he mirado con profundidad lo que puede suceder.

Estamos más que acostumbrados a escuchar que iba a ser el «sudeste asiático» el lugar de donde nos vendría el milagro. De Malasia, Indonesia o Singapur iba a llegar la transformación de los mercados.

Sin embargo, no ha sido así y el país emergente con una fuerza poderosísima es China. Él es quien, además, podrá sustituir a Estados Unidos como eje de la transacciones internacionales.

Lo que no podíamos imaginarnos hace tan solo unos meses es que el otro espacio que entraría en liza para disputar la correlación de fuerzas en el ámbito mundial iba a ser Próximo Oriente. Cuando lo contemplábamos como una posibilidad siempre pensábamos en el retraso de los países de corte islamista, en las dificultades para crecer de una región en permanente enfrentamiento interno y en unas sociedades sometidas al yugo dictatorial. Todo ello era un conjunto de factores que hacían inviable el avance en la zona.

Ni la economía ni, sobre todo, la política podía estar a la altura de Occidente a pesar de todas sus limitaciones por el lastre de una ausencia de libertad que parecía instalada en la mentalidad de sus ciudadanos. Sin embargo, ahora todo eso está cambiando y nos encontramos con unas sociedades capaces de desafiar a una Europa temerosa y huidiza y un orden mundial para el que no contaban hasta ahora. Si el suroeste sustituye al sudeste, tal vez no sea el dinero sino la gente quien cambie el mundo.

El cine iraní no es solo cine. Es la esperanza de que el ser humano reconquiste el territorio del sueño colectivo.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.