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María José Pou

iPou 3.0

Friki y anarcoide

Me han llamado muchas cosas en la vida. Supongo que es el peaje que hay que pagar por ser profesora y periodista. Lo que no te dicen los alumnos te lo dice algún lector enfadado. Y lo que no, tu madre por encargo de una parroquiana escandalizada tras notar tintes rojillos en la columna.

El caso es que me han dicho de todo pero nunca me habían llamado ‘friki’ y ‘anarcoide’. Sin embargo, ayer me lo llamaron.

Lo hizo José Blanco a cuenta de las críticas del PP a la medida de ahorro energético ‘me-quite-usted-el-pie-del-acelerador’. Así es como el ministro calificó a los que, como una servidora, consideraban inapropiada la decisión gubernamental. Frikis y anarcoides.

Ya me está gustando. De tanto repetirlo, estoy cogiéndole afición a esa forma de definirme. Acabaré por ponerlo bajo mi nombre en las tarjetas de visita. Reconozco que, si lo pienso bien, el ministro lo ha clavado.

Lo de ‘friki’ es tan amplio y matizable que ¿quién puede decir que no lo sea? ¿Quién no ha sido friki alguna vez? Al menos, empeñándose en ver ‘Dirty Dancing’ un domingo por la tarde o escogiendo ‘Morir de amor’, de Camilo Sesto, como hit parade en el karaoke de la Falla.

En mi caso, uso el término para definir a un tipo o tipa sacados de otro planeta y/o época. De ahí que se empezara a utilizar para referirse a los fans que se visten de Star Treck o de personaje manga. Yo no tengo muy claro a qué personaje imito pero estoy dispuesta a ponerme una toquillita sobre los hombros y a hacerme acompañar de un pájaro amarillo al que llamar Piolín. Todo, por complacer al ministro.

Lo de anarcoide me chifla. Para qué negarlo. Soy una anarca vocacional que ha vivido toda su vida reprimida. ¡Por fin alguien me lo reconoce! Y en estos tiempos de estulticia global, estoy cada vez más cerca de liarme la manta a la cabeza y ‘okupar’ un terrenito en ninguna parte. Acto seguido, mandaría a todos a obedecer al gobierno.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.