>

Blogs

María José Pou

iPou 3.0

Tardes de domingo

Cuando veo a unos y a otros reuniéndose en fin de semana –en comités o convenciones, lo mismo da- con el solo objetivo que acaparar los titulares periodísticos de cada lunes de guardar, se me llevan los demonios. Ya sé que es lo propio en pre-pre campaña porque, no pudiendo celebrar mítines, tienen que hacerse presentes de la forma que sea cual espíritus convocados en la güija nacional. Pero me fastidia.

Por mí no hay el más mínimo interés en lo que pueda decir Blanco ni en lo que apunte Rajoy. Y que me perdonen los dos. Pero me aburre soportar cada domingo sus panfletadas que ni nos llevarán a buen puerto ni nos saldrán baratas. Por mí podrían ahorrárselas. Y ahorrárnoslas.

Por eso los domingos procuro no escuchar las noticias más que lo justo. De lo contrario me recuerdan las tardes dominicales de mi infancia en el coche de mi padre. Después de haber pasado el día corriendo y jugando en Porta Coeli, en plena naturaleza, con la fiambrera de tortilla y croquetas o el pollo con tomate, la vuelta a Valencia se adornaba con dos posibilidades de banda sonora: Manolo Escobar, Julio Iglesias o Nino Bravo –ésa era la mejor- o Carrusel Deportivo –huelga reconocer que el fútbol no hacía mella en mí. Con decir que yo me alegraba de que el elegido fuera Julio Iglesias cantándole a sus 33 años está todo dicho.

Era el momento de aburrimiento después de haber estado divirtiéndonos de lo lindo durante todo el día, sobre todo, porque siempre había caravana y aquello aún se dilataba más.

Ahora, cuando escucho a Blanco quejarse de Rajoy y hablar de ese odio africano que le imputa contra Zapatero –como si no recordáramos el que algunos manifiestan de continuo contra Aznar- siento el mismo fastidio de la infancia. Es como escuchar la misma cinta de siempre de boleros lacrimógenos llorando por el amor que se fue. Y, como entonces, me entra tal sopor que bostezo y opto por sestear hasta que pase.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.