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María José Pou

iPou 3.0

Una mili añorada

Más allá de las polémicas por la ausencia de Federico Trillo, la celebración, ayer, del décimo aniversario de la supresión de la ‘mili’ me dio que pensar. Si estamos celebrando su final es porque todos pensamos que fue una buena iniciativa. Entonces ¿por qué todo era recordar batallitas de esos tiempos con cierta nostalgia y buen humor? Si estuvo bien su eliminación será porque no aportaba nada valioso.

Reconozco que si hubiera nacido varón, hubiera optado por la insumisión. Conociéndome, ni siquiera me hubiera acogido a la objeción de conciencia. Lo mío con las armas, la violencia y los ejércitos es visceral. Y eso que comprendo perfectamente su necesidad. Por desgracia. Pero conmigo que no cuenten.

Por eso, la posibilidad de ser obligado a perder uno o dos años de la vida para formarse en una habilidad que no se quiere tener resulta tan impropio que entiendo la celebración de ayer pero no su recuerdo entrañable. Entiendo que en algunos momentos la mili fue una oportunidad para algunos de aprender a escribir, de conocer otras realidades o de imponerse cierta disciplina pero en nuestra sociedad ya existen formas de acceder a formación básica, conocimiento del mundo y valores personales sin pasar por un cuartel.

También es verdad que la supresión de la mili -una necesidad social- pudo producirse cuando se logró la profesionalización del ejército y los medios para la defensa requerían especialización y menos personal. Ya no era un ejército medieval de muchedumbres hambrientas sino un cuerpo técnico al servicio de la defensa de la patria.

Sin embargo, me sigue pareciendo contradictorio que valoremos el paso por ella y al mismo tiempo celebremos su supresión. Salvo que consideremos su inexistencia como un pérdida para algunos, por ejemplo, los ‘ni-nis’ caprichosos que no reconocen autoridad ni a padres ni a maestros. Pero supongo que esos planteamientos son propios de otra época.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.