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María José Pou

iPou 3.0

Capitalismo en Marte

Lo mejor de ser un dirigente opresor, carente de todo sentido crítico y del mínimo respeto a la libertad, es que pueden decirse sandeces y ser aplaudido. No es solo cosa de los políticos. En cualquier empresa, asociación o grupúsculo de amigos, el ‘broncas’ que va de líder recibe la admiración, real o fingida, de quienes son tontos o se lo hacen por miedo. Incluso sin ser conscientes.

Es el caso de Hugo Chávez quien, en un rapto único de lucidez audiovisual, ha dicho que el capitalismo pudo acabar con la vida en Marte. Con un par. De neuronas, se entiende. Y digo ‘un par’ no por la frase hecha sino literalmente. Un par. Una y dos. No más. Como mucho consiguen hacer contacto la primera con la segunda y la segunda consigo misma. Y en eso acaba el destello de inteligencia universal. De ahí la expresión ‘rapto de lucidez’. Es un arrebato, un chispazo entre los dos cables neuronales que intentan hacer un puente en el cerebro pero no consiguen arrancar.

A mí me arrebata esa paranoia conspirativa. Tanto es así que la voy a terminar adoptando, sobre todo, porque tener una teoría, por muy absurda que sea, dispuesta a explicar cualquier suceso de la Historia resulta de lo más cómodo. ¿Cae el Imperio Romano? El capitalismo feroz de los bárbaros que intentaron aprovecharse de los recursos del Mediterráneo. ¿Cortan la cabeza a Luis XVI? El capitalismo feroz de la nobleza que quiso exprimir a los desheredados hasta que los jacobinos dijeron «Aló, presidente». ¿Disparan a los Budas de Afganistán? El capitalismo feroz de Occidente que se preocupa más por vender souvenires que por el pueblo afgano. Y así, ad infinitum.

Mi conspiración es evidente: lo malo del mundo proviene de la perfidia de la industria del adelgazamiento: ¿Suben los alimentos? Para que no comamos. ¿No hay trabajo? Para que dediquemos el tiempo a cuidarnos. ¿ZP no aclara su futuro? Para que nos coma la ansiedad. Es evidente.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.