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María José Pou

iPou 3.0

Aeropuerto para superhéroes

Hace unos días fue Font de Mora, Alejandro I el Inaugurador para el siglo. Ahora Camps y Fabra en el aeropuerto de Castellón y como nos descuidemos convocan a la prensa para volver a la Fe e inaugurar el servicio de señales de humo con las que llamar a falta de timbres.

Entiendo que estamos en fechas señaladas, que un político se muere por cortar la cinta -algunos incluso la cinta del Faisán- pero sabiendo como sabemos lo ficticio que resulta cualquier acto de este tipo ¿por qué insistimos en contarlo?

Yo misma ya no leo las noticias que tienen que ver con infraestructuras. Solo me digo aquello de «pruebo, luego existe». Hasta que no hago uso de ella, no me creo ni su existencia ni su funcionamiento.

Lo que me importa no es tener un edificio llamado colegio sino que en él las ratios alumnos/profesor sean adecuadas, las bajas estén cubiertas y las porterías de fútbol estén bien sujetas. En una palabra, que las cosas funcionen.

Lo mismo puede decirse de las instalaciones sanitarias, del metro o del servicio de bicicletas de alquiler. La prioridad no es tenerlos en pie sino hacer que su uso sea realmente útil y lo menos costoso posible para el ciudadano.

Por eso me divierte el asunto del aeropuerto castellonense que con tanta pompa ha sido presentado en sociedad. Para todos menos para los aviones. Debe de ser que es un aeródromo de superhéroes para acabar con el pérfido Zapatero.

Eso o que su función es ejercer de base aérea para las tropas estadounidenses en Libia pero no para cualquier avión Hércules o para bombarderos convencionales. No. Es más cool que todo eso. Solo admite aviones espía invisibles. De ahí que resulte tan difícil entender su aparente vacío.

Y yo me pregunto si un aeropuerto inactivo es un señuelo para el votante o no. En principio lo que puede convencer a un ciudadano en crisis no es el gasto sino el ahorro. Y eso no parece estar presente en esta ocasión.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.