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María José Pou

iPou 3.0

El cisne acusica

La verdad es que no soporto a los chivatos ni acusicas, incluso aunque tengan razón. La verdad siempre es la verdad aunque duela pero a veces la discreción obliga a no decirla toda. Y no digamos la prudencia exigida por contrato.

Lo digo al hilo de la polémica entre Natalie Portman y su doble por la película ‘Cisne negro’. Afirma ésta última que la actriz ganadora de un Oscar por este film en la última edición, no rodó la mayor parte de las escenas y que fue ella la que bailó.

En principio lo inmediato sería decirle a la bailarina «¿y qué?»; el premio no se le dio por bailar, ni siquiera por haber aprendido a hacerlo para la ocasión en tiempo récord sino por su interpretación de una chica perfeccionista hasta lo patológico y obsesionada por el sacrificio de la bailarina hasta la inmolación.

Sus gestos, su cara, su terror en la mirada no son obra de su doble sino de ella, por tanto el reconocimiento a una tarea cinematográfica bien realizada es absolutamente justo. De hecho, es lo mejor de la película pues para ver buen ballet no es necesario ir al cine. Más bien habría que sustituir éste por el teatro pues no hay nada más bello que asistir a una representación en vivo y no enlatada por buena que sea.

Pero más allá de eso, me resulta feo ver a una profesional que fue contratada para sustituir a la actriz en esa parte del papel sacando ahora los trapos sucios sobre el rodaje.

Ahora bien, la reacción ha sido fruto del enfado ante unas afirmaciones en las que el novio de la Portman dijo que ella había rodado el 85% de las escenas de ballet. Se llegó incluso a decir que había aprendido a bailar en unos meses. A esto último la doble respondió, muy justificadamente, que no puede lograrse en tiempo récord lo que a ella le había costado 22 años.

Estoy con ella. Quien lo dijo se extralimitó al alabar a la actriz. Si tan buena fuera, sería mejor que dejara el cine y se dedicara al ballet.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.