Cuando ayer me enteré de que Rodríguez Zapatero había dicho que “todo lo tenía pensado”, terminé yo sola la frase: “pensado y bien pensado”, como otros que creyeron tener todo “atado y bien atado”. Ya sé que ambos personajes no son comparables porque el primero, manque les pese a algunos, fue elegido democráticamente y el otro, manque les pese a otros, se impuso por las armas. Nada que ver, pues, uno y otro.
Pero resultó inevitable que la frase me lo recordara y me hiciera pensar en la fragilidad de la decisión humana. Incluso la de quien que se declara agnóstico e ignora, pues, aquello de que “el hombre propone y Dios dispone”. Hasta para él, queda bajo su jurisdicción proponerse, pero bajo la de otros, disponer.
En el caso del PSOE, Zapatero dirá hoy –eso dicen- si sí o si no. Qué nervios. Alguno, digo yo, que habrá nervioso. Yo, no, porque estoy absolutamente convencida de que seguirá al frente del Gobierno y de la candidatura socialista, dando un disgusto a más de uno entre propios y extraños. Quizás más entre propios que entre extraños.
La razón es obvia, más allá de los apoyos reales que tenga por parte de los militantes, de Emilio Botín y de los dirigentes puestos por él que no tienen más remedio que cantar el “himno Amaral” a la existencia ministerial. Sin ti no soy nada. Esos son los que con más entusiasmo lo aclaman. Es natural. Lo contrario sería infidelidad manifiesta. Son los “amarales”. Sin ti no hubiera sido nada. Como al PSOE podría decirle el propio Zapatero.
La razón, decía, es la inestabilidad que se podría crear de anunciar a un año de distancia su no continuidad. Inestabilidad en el Gobierno, no solo en el PSOE. Y aquella es la que preocupa, no hay más que ver en qué tesitura se halla Portugal por algo del género.
Son las cosas de la actualidad que condicionan hasta el discurso político: a Merkel le bastó un tsunami y ZP, una crisis a ritmo de fado.