Si la cárcel sirve para apartar a un delincuente de la sociedad y conseguir que se rehabilite para volver a ella, ¿qué función cumple cuando el implicado ya lleva una vida normal?
Suele ser noticia la existencia de reincidentes para los que la cárcel no ha sido más que un paréntesis. Algunos dicen que, incluso, empeora a la persona. No lo creo. Pero tampoco lo contrario, necesariamente. Imagino que hay de todo porque los factores que entran en juego son muchos y complejos. Ojala fuera un proceso automático donde pudiera meterse una moneda, pedir un cambio y lograrlo. Pero no. El ser humano no es una máquina expendedora.
Así pues para muchos funciona y para otros, no. El problema es que desde el sillón de casa vemos la cárcel como una garantía de seguridad. Mientras estén ahí, no nos molestan, parecemos decir.
La cárcel es la forma de ahuyentar también al infractor ante problemas que no sabemos resolver. El caso más claro es el del tráfico. De pronto nos alarmamos ante las cifras de siniestralidad y, en lugar de exigir, por ejemplo, a los fabricantes de automóviles que incluyeran de serie el control de velocidad, nos dedicamos a criminalizar al conductor imprudente.
No me refiero a que no existan comportamientos en el coche que requieren un trato similar al de otro delito. Sin duda. Algunos son verdaderos criminales al volante. Sin embargo, hemos intentado atajar el problema con el miedo a ir a la cárcel. ¿Siempre es necesaria esa pena o hay otras opciones? Quizás es que nos tranquiliza saber que así se rebaja el riesgo para los demás.
El problema es si quien debe ingresar en la cárcel no es un riesgo para la sociedad y sin embargo ella sí lo es para él. Eso es lo que alega el joven de Canals que ha pedido el indulto.
No sé las circunstancias ni dudo de la decisión del Supremo pero me pregunto cuántos casos hay así y no tienen ni a un Ayuntamiento ni a la prensa detrás.