Hubo un tiempo en el que existían hombres-anuncio que se colgaban un cartelón y pregonaban las bondades de un negocio. En política, sin embargo, también existen las inauguraciones-anuncio, querellas-anuncio o celebraciones-anuncio. Todo es propaganda.
Por eso me hace gracia la justificación dada por la Junta Electoral Provincial para prohibir las visitas al aeropuerto de Castellón. Dice que es porque esos actos suponen la «difusión de los logros obtenidos por los poderes públicos». No digo que no tengan toda la razón pero, si por eso fuera, deberían prohibir a los políticos su propia presencia ante un micrófono. Y aún diría más: deberían prohibirlos en general.
¿Hay algo que haga un político ante la opinión pública que sea diferente a esa «difusión de los logros obtenidos por los poderes públicos»? La vida política gira en torno a eso desde el minuto 1 tras la publicación de los resultados electorales. Unos, a presumir y otros, a criticar. A presumir de lo hecho y a criticar lo hecho o lo no hecho por los otros. En resumen, el gobierno se dedica a ensalzar su gestión y la oposición, a echarla por tierra.
Si la Junta tuviera capacidad, debería impedir la legislatura entera en términos comunicativos. La explicación de lo realizado debería corresponder a una prensa verdaderamente independiente. No me refiero a independencia económica o política sino analítica. Lo más difícil es generar una visión ecuánime de la actuación política sin dejarse presionar por uno mismo, pues para ello se requiere distancia en el análisis y desapasionamiento en la explicación. Sin embargo, la prensa española en general es de todo menos fría y distante.
¿Acaso no es difusión de logros los homenajes verbales a ZP o la defensa de las cualidades de la Comunidad Valenciana durante el gobierno popular? El aire está compuesto de oxígeno, hidrógeno y publicidad, decían. Pues en política lo está de propaganda.