No sé si el cine de Bigas Luna se ha proyectado alguna vez en las salas estadounidenses pero viendo lo que ha sucedido con el ‘Bebé Glotón’ de Berjuán, si lo hicieran, calificarían sus películas de ‘porno’ y las condenarían al fuego eterno.
Lo digo porque el director catalán y candidato no electo a presidir la Academia de Cine tiene, como Berlanga, sus propias fijaciones sexuales que resultan recurrentes en sus obras. En las del director valenciano era el trasero y en las de Luna, los pechos.
Solo hay que recordar su película ‘La teta y la luna’, donde un niño envidiaba a su hermano pequeño porque ser amamantado cuando a él le daban leche en vaso. Con esas referencias y sabiendo las connotaciones sexuales que la comida tiene en el cine de Bigas, ya puede imaginarse el resto.
Un resto que haría entrar en coma a los colaboradores del programa de Bill O’Reilly, de la cadena norteamericana de televisión Fox. Solo el trailer de la película sería suficiente para que mandaran a los marines a invadir las Ramblas al grito de «¡aquí está el eje del mal!».
No exagero. Si por un muñeco mamón, se ponen como se han puesto, no quiero ni pensar en qué harían con el cine del director de ‘Jamón, jamón¡ o ‘Huevos de oro’ por mucho que aparecieran Pe y Ba.
Lo del muñeco no es broma. Se trata de una novedad, presentada hace año y medio en Alicante, que enseña a las niñas algo absolutamente natural: la madre amamanta a sus hijos. Para ello, viene con un dispositivo para que la niña pueda hacer como que le da el pecho.
Eso, tan natural, ha resultado ser ‘asqueroso’ (sic) para algunos yanquis que lo han criticado ferozmente en el programa alegando que incita al desenfreno sexual y puede promover los embarazos. Según eso, los niños que han visto mamar a sus hermanos pequeños son hoy obsesos sexuales.
Es lo que pasa cuando un producto, como la leche materna, no tiene padrinos. Anunciantes, quiero decir.