Se supone que me han comprado. Creo. No me consta pero eso dicen, aunque no sé si las acusaciones que algunos vierten por ahí se refieren también a los columnistas. Imagino que sí. Si se acusa a un medio de ocultar la realidad es porque presuntamente lo hace en todas sus páginas, incluidas las de opinión.
Eso quiere decir que la columna en la que me reía del pretendido afán del PPCV por negar a las televisiones el uso de las palabras ‘imputado’ y ‘corrupción’, al hablar de listas electorales, nunca fue publicada. Y sin embargo, lo fue. ‘Galgos en las listas’, se titulaba y aún puede leerse en el blog y en las hemerotecas.
Me enorgullece poder decirlo. Poder hablar de la vergüenza de la corrupción; del mal uso de fondos públicos para beneficios privados sean individuales o colectivos, o de las luchas de poder y de gloria que nos cuestan dinero a los contribuyentes y todo sin recibir ninguna llamada por ello.
No me llaman cuando critico a Camps, a Rita, a Rus o a Ripoll. Quizás debieran hacerlo. Si, como dicen, este periódico está comprado por el PP ¡cómo es posible que no haya recibido yo un jamón 5 jotas o una caja de clóchinas! (que es la forma de valencianizar las anchoas del Cantábrico).
¡No puedo estar más indignada! ¿Será por eso por lo que me dejan decir? Por ser incorruptible -ya lo digo yo- no es. Y no es porque, como todo el mundo sabe, estoy absolutamente en manos del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Chufa de Valencia. Si ellos me dicen ven, lo dejo todo. ¡Yo, por la horchata, ma-to! Ahora también me he pasado al arancello Federica, delicioso por cierto, y estoy abierta al nuevo licor de horchata. Como ven, una se deja comprar por el paladar.
En definitiva, que con un pase VIP vitalicio para paellas maravillosas a la orilla de la mar, soy capaz de decir, incluso, ¡incluso! «Camps for president». Eso sí, que sean «de categoría». Las paellas, quiero decir.