Si dijera que la decisión del Tribunal Constitucional sobre Bildu me sorprendió mentiría. No me sorprendió. La palabra justa es «me defraudó». Y la razón no es el dictamen en sí. Entiendo que si hay dudas jurídicas y si la decisión es tan compleja y sutil que la mitad de los jueces de la Sala del 61 o la mitad de los del Constitucional piensan lo contrario que los demás cualquier resultado puede ser válido. También el obtenido.

Sin embargo, confiaba en algo que planteó el Supremo en su sentencia: la prudencia, a tenor de los hechos pasados. No significa juzgar a los componentes actuales de esas listas por lo que hicieron los anteriores sino utilizar la cautela necesaria para que no tomen el pelo al Estado de Derecho. Porque ésa es la sensación que nos queda a muchos.

Lo peor no es que esa provocación y medias verdades provengan del entorno abertzale. Lo malo es la impresión de haber sido timado por el PSOE, mandando al poli malo -Abogacía y Fiscalía del Estado- contra Batasuna y al poli bueno -Rubalcaba- a favor sin que se sepa. Y todos, a hacer la representación de un Estado firme contra los proetarras.

El PSOE ha preferido sacrificar a López que está haciendo un papelón, con tal de terminar la legislatura. Cuando todavía estaban calientes las amenazas del PNV respecto al apoyo parlamentario, nos encontramos con la ¿sorpresa? Quién sabe si para 2012 sacará ZP un conejo de la chistera antiterrorista. Poco tiempo tiene pero para hacer un juego de manos y de ilusionismo no necesita demasiado.

Que luego Rubalcaba ponga el grito en el cielo respecto a las nulas presiones al TC cuando todos tenemos en la retina la imagen de De la Vega amonestando a su presidenta, resulta poco creíble. Y, además, al decir que estamos asistiendo al fin de ETA, es inevitable la sospecha de que hay algo detrás que no nos cuentan.

Solo falta que EEUU mate a Bin Laden y que Mayor Oreja tenga razón.