Bendandi no iba tan desencaminado. Raffaele Bendandi era un astrónomo de principios de siglo muy aficionado a la sismología. Tanto que realizó algunas conocidas predicciones de terremotos. Entre ellas, una que -dicen- aventuraba la destrucción de Roma para ayer día 11 de mayo de 2011.
Eso es lo que cuenta la leyenda urbana que circula por Internet aunque los expertos de la Fundación vinculada a su nombre dicen que lo único que consta en sus escritos es la fecha del 11 de marzo de 2011. La del terremoto de Japón, curiosamente.
Todo quedaría en un bulo del que muchos se reían estos días en Roma si no fuera por lo sucedido en Lorca.
Seguramente no es más que una curiosa fatalidad pero si en los días pasados la psicosis se cebó con algunos romanos, capaces de poner excusas para no ir a trabajar, cerrar las tiendas, llenar los establecimientos de turismo rural y no hablar de otra cosa incluso en la prensa que hoy se desayuna con España, no quiero ni pensar en cómo actuarán si el siguiente pronóstico les afecta de nuevo.
A mí estos anuncios no me parecen fiables. Aún recuerdo las voces que mencionaron a Nostradamus el 11 de septiembre de 2001. Por lo general son profecías tan ambiguas que sirven para un roto y para un descosido. Es como esos papanatas que leen la mano y te cuentan el futuro. Menudos pillos.
De hecho yo solo me he dejado leer el futuro una vez y aún me estoy arrepintiendo. No porque dijera cosas nefastas sino porque no dijo nada que no supiera. Por ejemplo, que iba a tener problemas de espalda. Elemental, sobre todo cuando una persona tiene sobrepeso.
Cosa distinta es este terremoto. Predecir un problema nervioso a quien parece tener el baile de San Vito no tiene mérito porque lo está diciendo a gritos pero ¿un terremoto en fecha y hora? De acuerdo, fue en Lorca y no en Roma, pero si yo fuera romana, llevaría 48 horas de paseos por la Plaza Roja de Moscú. Lo menos.