“¿Por qué mandan los bancos?», era una consigna que gritaban quienes ayer ocuparon una sucursal. La pregunta tiene muchos niveles de respuesta pero una de ellas nos atañe: porque les dejamos, porque nos venía muy bien hace unos años y porque, de no haber habido abusos, el sistema nos permitía vivir bien.

Hace diez años, el FMI alertaba del nivel de endeudamiento de las familias. Lo recuerdo porque me llamaba la atención que nadie dijera nada. Tampoco la mayoría de los que se reúnen ahora. Entonces nos podía fastidiar mucho pero los bancos -esos malvados- eran los Reyes Magos. Nos concedían un crédito, dándonos un dinero que, en muchas ocasiones, ni teníamos ni íbamos a tener a no ser que nos tocara la Lotería o que cambiáramos de trabajo y pasáramos a cobrar cinco veces lo recibido hasta entonces.

Eran tiempos en que los bancos no eran el problema. Eran la solución. Soluciones impropias e irresponsables pero que a muchos les permitió incluso especular comprando y vendiendo casas o sencillamente comprar coche, casa y chalet al mismo tiempo. Recuerdo que a veces preguntaba a algún conocido ¿cómo es posible que Fulanito se haya comprado un apartamento si está pagando aún la casa y se acaba de cambiar de coche? ¿Era «un atraco» como dicen quienes ayer gritaban «manos arriba» en el Banco de Valencia? No. Era un ejercicio de locura colectiva que hoy pagamos todos. Incluso quienes solo nos compramos el coche cuando conseguimos ahorrar lo que valía. Y mientras, uno de segunda mano con la calefacción estropeada en julio.

Lo que es intolerable es el enriquecimiento de unos pocos a costa de los más débiles pero eso no es culpa de los bancos sino de la codicia. ¿Es malo el ‘banco de los pobres’ que concede microcréditos? El problema no es el sistema sino la perversión de los valores de quienes lo rigen. Y eso no se arregla asaltando oficinas con empleados tan perjudicados como los demás.