Ya han vuelto a las andadas. No han entendido nada. Me refiero a los políticos. Señores empleados nuestros, el 15M iba con ustedes, no sé si se han dado cuenta. No era un botellón sin alcohol ni una pataleta de jóvenes ociosos. Era un toque de atención. Y a ustedes les sorprendió, les asustó pero, por lo que se ve, les resbaló.

Les ha faltado tiempo, una vez confirmado el éxito electoral de unos y el fracaso de otros, para volver por do solían, esto es, a sus guerras, sus tiras y aflojas y sus reproches mutuos. Unos, váyase señor Zapatero. Los otros, me voy si me tiran. Unos, si tienes lo que hay que tener, presenta moción de confianza. Los otros, si tan chulo te crees, presenta tú moción de censura. Y por aquí cerca, lo mismo. Con Alarte tocado y hundido, todos a tirarle piedras.

Vamos a ver. Céntrense. Se lo dicen sus empleadores que para eso les hemos contratado. De lo que se quejan los de ‘Democracia real ya’ y muchos que nos sumamos a la protesta aunque con cautela, es de que se dediquen a eso, a tirarse los trastos a la cabeza y no a solucionar los problemas de la gente.

En 48 horas lo único sensato que he escuchado es la opción preferencial por la austeridad de Joan Ribó renunciando a coche oficial y escolta y optando por la bici (aunque no contemplo la acera como carril bici suplementario, pero de eso ya hablaré otro día). Ya sé que puede interpretarse como un gesto hacia la galería pero es que los otros, ni eso.

Lo que el 15M ha pedido es un cambio profundo en la clase política y en el control que los ciudadanos queremos hacer sobre ella. Si nos piden austeridad, demuestren ustedes que son capaces de exigírsela más aún. Si nos piden subida de impuestos, demuestren que se usan para el bien común. Lo que les ha concedido esta marea imparable es una prórroga. Nada más.

Nos sobran. Entiéndanlo. Nos sobran tal y como funcionan. Y sería un ahorro suprimirlos a todos. Queda dicho.