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María José Pou

iPou 3.0

La bacteria

Un día en la Facultad llegó el profesor de Sociología y nos puso un test. No era un examen ni pretendía medir lo que habíamos aprendido hasta la fecha sino que era una forma de evaluar nuestra ‘conspiranoia’, nuestra tendencia a creer en conspiraciones. Lo recuerdo porque a mí me salió muy baja la puntuación y el resultado fue que mi confianza era excesiva. En una palabra, no creía en las conspiraciones mundiales.

Han pasado veinte años. Dos décadas en las que he aprendido a no creer en las casualidades cuando se repite el patrón, cuando vienen de la misma fuente y cuando el beneficiario es el mismo. Sigo sin creer en extrañas manos negras pero me mosqueo cada vez que me encuentro con ‘posibilidades de conspiración’, esto es, con circunstancias que podrían serlo.

Una de esas la estamos viviendo ahora. ¿Recuerdan la psicosis de hace dos años por estas fechas? Entonces era el virus H1N1 al que acabamos llamando ‘gripe A’. También empezó como un problema aislado, circunscrito a México, que terminó por extenderse. Me lo recordó ayer Leire Pajín.

Al oírle decir que no había ningún caso en España y que los existentes eran importados de Alemania pues habían estado en Hamburgo, me vino a la memoria lo de la gripe A. De pronto tuve un déjà vu y pensé «esto ya lo he vivido».

Empezamos igual. Primero, diciendo que no había casos. Luego, diciendo que los casos eran de grupos de riesgo y por fin comprando vacunas masivamente y tirándolas a la basura igual de masivamente, con el consiguiente gasto para nosotros y beneficio para alguien.

No digo que alguien haya orquestado todo esto. Me parecería terrible habiendo muertes de por medio. Sin embargo llama la atención que se repita la historia con una bacteria desconocida o mutada de otras anteriores, con riesgos masivos de contagio y -esto será la semana que viene- con recomendaciones de vacunación o de tratamiento. Será ‘conspiranoia’.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.