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María José Pou

iPou 3.0

Prevención a la japonesa

Me admiran los simulacros. En ellos, los ciudadanos podemos comprobar cómo funciona la maquinaria que palía los efectos de una catástrofe o que evita daños mayores. A nuestros ojos, todo parece funcionar a la perfección aunque estoy segura de que sus protagonistas encuentran mil fallos que se nos escapan a los neófitos. Sin embargo, son precisamente esos fallos y su análisis posterior los que consiguen mejorar la eficacia y la rapidez en sus actuaciones.

Por eso, porque creo que nuestros servicios de emergencia funcionan muy bien y así lo han demostrado en Lorca, en Atocha o en la no-noticia, esto es, en aquello que no fue noticia gracias a ellos, pienso que deberíamos exigirnos más a nosotros mismos.

Me refiero a los ciudadanos. Los especialistas lo hacen cada vez mejor. Se preparan. Hacen simulacros y luego responden. Continuamente se llevan medallas. Merecidas, sin ninguna duda, pero eso no les quitará -imagino- el sabor amargo de ver cómo sus titánicos esfuerzos no evitan más dolor. Pero ¿y los ciudadanos? ¿Hacemos lo imposible para que sea más exitosa todavía su actuación?

Lo pensaba ayer con la presentación de la campaña de playas y con la triste coincidencia de dos muertos este domingo en Cullera y Burriana. Si cada año nos encontramos con esa desoladora estadística ¿basta con informar o penalizar a los bañistas que incumplen la normativa?

Lo digo con la mente puesta en Japón. Ahora que hemos visto cómo responde esta nación a la catástrofe, creo que es un buen momento para copiarles algo esencial en su protección civil. No quiero comparar situaciones pero sí preparaciones.

Los japoneses aprenden desde pequeños y con simulacros a actuar ante un terremoto ¿por qué no hacer lo mismo aquí con niños y adultos? En definitiva, que ese simulacro no solo sea para los equipos de salvamento sino para todos. Quizás así tomemos más conciencia de los riesgos del mar y la playa.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.