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María José Pou

iPou 3.0

Goyas infantiles

Lo que más me gustó de la película ‘Pa negre’ fue la interpretación de dos mujeres, Nora Navas y Marina Comas. La primera es la compañera del protagonista y la madre del niño que centra la historia; la segunda es la niña. Ambas se llevaron un Goya en la última edición. Merecidos, sin duda.

Sin embargo, con la nueva normativa, la niña no podría ser premiada y no dejo de pensar si no será una decisión injusta y desmotivadora para las nuevas generaciones.

Dicen quienes saben de esto que los niños no interpretan sino que juegan y sobre todo que obedecen las órdenes del director. Supongo que es así pero siendo el mismo director y siendo buenas ambas interpretaciones, la de la niña es más expresiva, más fuerte, más adulta podríamos decir, que la del niño. Es cierto que su papel es diferente pero el niño en ocasiones parece demasiado frío.

Lo que me preocupa, sin embargo, es ese argumento que se ha ofrecido para explicar la decisión. Apelaba el presidente de la Academia al daño que podría hacerle a un menor la obtención de un Goya tan pronto. Es verdad que es un punto precipitado en la medida en que hay actores consagrados que no tienen un Goya en su casa. Del mismo modo que criticamos el Nobel de la Paz a Obama por premiar una promesa y no una realidad, quizás el premio a una carrera incipiente sea desproporcionado y no haga justicia a lo que debe reconocer la Academia: a los grandes actores.

El problema es que estos premios aplauden las grandes interpretaciones del año (y otras categorías) y ahí es donde me surge la duda. ¿No son buenas las de los niños? ¿Por qué dicen que les perjudica ser premiados y no lo hace trabajar a una edad tan temprana y tan prohibido en otros ámbitos? Ya sé que ellos juegan pero no deja de ser un juego que trastorna la normalidad de los niños de su edad.

Quizás la mejor solución es, como se ha propuesto, un premio aparte. Que incentive pero no confunda.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.