>

Blogs

María José Pou

iPou 3.0

Contar almendras

Otro medio millón de euros que se nos va en pegatinas. Ahora, 120 kilómetros por hora otra vez.

Reconozco que a mí no me gustaba ir a 110. Pero no por no correr sino más bien porque mi coche está ‘pelaíco’ de gadgets pijos tipo GPS con la voz de Cristina Tárrega diciéndote aquello de «en la siguiente rotonda, vaya en diagonal hasta el puente». Y ni hay rotonda, ni se vislumbra puente alguno y lo único certero es que acabas en diagonal. Sí. En la cuneta y de lado.

El problema, como digo, es mi coche, de la quinta del de Camps. La diferencia entre ambos es que yo sí lo uso porque el coche oficial no cabe en mi calle, taponada como está a diario por cochecitos de niño y cochecitos de sus papás cuando los dejan en las 250 guarderías que hay.

Decía que mi coche, tan japonés y tan sobrio, no tiene algo imprescindible para ir a 110 por la autopista: ¿limpiaparabrisas inteligente para los mosquitos que llenan el cristal? ¡No! ¿bloqueador de velocidad para no pasarse y ser multado? ¡Tampoco! Lo único que no puede faltar en un coche que circula en esas condiciones es el reposa-botellas. A ver cómo se entretiene una cuando va contando, de puro aburrimiento y lentitud, los almendros en flor y hasta las almendras de cada rama y ¡aún diría más! ¡restando las que están abiertas!

Al menos esa ha sido mi experiencia por autopista. Y no digamos la mañana en la que pillé un coche de la Guardia Civil delante. Íbamos en procesión todos detrás, como niños buenos. Y cuando uno se lanzaba a adelantar moderadamente y veíamos que no le paraban nos pegábamos todos al guardabarros y así, cogiditos de la mano, pasábamos despacito junto a los picoletos. Saludábamos amablemente y en cuanto cogíamos una curva pisábamos el acelerador.

Lo malo fue que nos pillaban una y otra vez. Y vuelta a empezar. Al final desistí y volví a contar almendras. Y a restarlas. ¡E incluso a ponerles nombre! ¡Señor, qué aburrimiento!

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.