Con este calor y con Bildu tocando los Borbones, me siento incapaz de asistir a un inicio de campaña viendo a Rubalcaba hablar de las diputaciones. Supongo que es un intento por coger ventaja al oponente dando por hecho que en vísperas de vacaciones no se va a poner a trabajar en serio.
Rubalcaba, en cambio, parece el niño empollón que cuando todavía tiene calientes las notas en el bolsillo, corre a casa a hacer los cuadernos de verano y después se pone a hojear los libros del curso próximo. Yo creo que eso lo hace o el adicto (si hay adictos al trabajo, ¿por qué no va a haberlos al estudio o iniciarse el problema en la infancia?) o bien el inseguro.
El primero quiere ser el mejor, el de todo matrículas y siempre matrículas. El segundo quiere no ser el peor, no llamar la atención. Quiere tener la certeza de que terminará el curso sin suspender y piensa que lo conseguirá si lo empieza antes que nadie, si ya conoce los trucos que tienen los libros cuando el resto no ha empezado aún ni siquiera a forrarlos.
No sé en qué categoría entra Alfredo pero yo diría que en la segunda. O se pone ya y aprovecha el tirón del verano, o no tiene nada que hacer. Excepto acabar en la ONU de asesor de antiterrorismo. Ban Ki-Moon nos libre.
Eso significa que la canción del verano tiene un solista de lujo que va a cantarnos a ritmo de batukada electoral todas las noches de juerga. Nada de verbenas con Lady Gaga de fondo en las urbanizaciones ni la playlist de David Guetta reseteada en horario de invierno canario sonando en coches tuneados. Este verano bailaremos «Un pasito p’alante, Alfredo, un pasito pa’ tras» al ritmo de Ricky Martin, que para eso es la canción del verano preferida por los españoles.
Lo que no sé es si nos gustará pasarnos tantos meses así. A no ser que Alfredo empiece ya, aun sin resuello, porque un pajarito le ha dicho al pillastre que las elecciones se van a adelantar.