Estuvo a punto. No me refiero a que Alonso ganara el GP de Europa sino a que Moratinos llegara a Secretario General de la FAO. Solo escribirlo me produce escalofríos. Y no es que no me guste ver a ilustres compatriotas en los organismos internacionales. ¡Todo lo contrario! Me enorgullece cuando veo a Almunia o, en su momento, a Solana, a Rato o a Loyola de Palacio. Me encanta saber que estamos a la altura de los demás en la gobernanza mundial.
Lo que me pregunto es si la ONU está a la altura de Bibiana Aído y si la FAO lo está de Moratinos. En el primer caso no sé si en Nueva York serán capaces de apreciar un curriculum postmoderno, innovador, rompedor y atípico como el de nuestra ex ministra. En una palabra, un curriculum para exponer en el MOMA.
¿Han visto ustedes la típica obra de arte que es un cuadro en blanco? Sí, ya sé que Malevich firmó el famoso ‘Cuadrado blanco sobre blanco’ que se expone precisamente en la Gran Manzana, pero ahí hay un valor, un sentido, incluso un cuadrado.
Aído, en cambio, es una ex ministra Duchamp. Donde tú ves un urinario, otros ven una obra excelsa. Yo, en Duchamp, sigo viendo un urinario y en la trayectoria profesional de Aído veo un cuadro en blanco sobre un fondo igual de blanco pero, al parecer, otros ven un curriculum de quitarse el sombrero.
Y qué decir de Moratinos. Ese hombre. Ese ministro. Ese diplomático (sic). Ese casi responsable de la FAO. Confieso que viví la jornada de ayer con el alma en vilo. No tanto por haber cumplido 42 y temer el tsunami de la edad, ni por saber si Alonso iba a pasar a Vettel o no.
Estuve sin vivir en mí hasta conocer que Da Silva se había alzado con la pole, el podium y la botella de cava. La culpa la tuvo el afán de Moratinos por presentarse como el Harry Potter que iba a acabar con el hambre de una forma que nadie había planteado hasta ahora. Ganó Vettel, ganó Da Silva y yo celebré los 42 como si fueran 22.