Hace bien el CIS en no incluir a la SGAE entre las opciones de respuesta cuando pregunta por la credibilidad y estima de distintas instituciones en España. Que salga mal parada la clase política, la Iglesia o la Judicatura no es nada en comparación con lo que saldría si se preguntara por la SGAE.
En los últimos años nos hemos acostumbrado a poner en la diana a los defensores de la propiedad, aunque ésta sea fruto del trabajo y del saber hacer de muchos. Poco importa que mezclemos churras con merinas, profesionales con cantamañanas. Todos han sido incluidos en el mismo saco por obra y gracia de algunas actuaciones cuestionables y una muy buena campaña de automarketing negativo. No sé si existe eso.
Me temo que incluso a los niños del futuro (o del presente, quién sabe) habrá que amenazarles con un «coco» o «sacamantecas» renovado con la cara de Teddy Bautista.
Por eso cuando ayer los internautas, enfrentados a los recaudadores de impuestos modernos, supieron de la detención de Teddy Bautista y otros más en una operación de investigación por desvío de fondos, la Red bullió. Y lo hizo, como suele, de un modo descarnado y feroz.
Lo más suave era dedicarle canciones aun con el riesgo de que Bautista siguiera el «canturreo» desde su prisión (sic) y fuera después con la hucha del Domund para pedir su diezmo. Había auténticas víboras que incluso sugerían la posibilidad de que Bautista se hubiera hecho detener para averiguar si había hilo musical en la celdas y cobrar a la policía después.
Es curioso, por eso, la coincidencia con la liberación de Strauss-Kahn por las dudas de la Fiscalía acerca de la veracidad de la versión acusadora. Y lo es porque es ¡tan fácil lanzarnos a degüello con quienes «queremos» que sean culpables! No me he equivocado, he dicho bien: «queremos» porque en estos casos poco importa si uno es culpable o inocente cuando el populacho dice «crucifícalo, crucifícalo».