Desde ayer estoy intentando averiguar quién se apunta al paro “porque sí”.
Es una de las afirmaciones que hizo el presidente de la CEOE para explicar sus propuestas contra la crisis. “(A) quien se apunte al paro porque sí, habrá que decirle que no”, dijo. Y yo me pregunto ¿hay gente que se apunta al paro porque sí?
Al paro no se apunta quien trabaja. Al menos, no quien lo hace legalmente. No puede, ni maldita la gracia. Teniendo trabajo, lo que menos busca son líos que puedan dejarle en la calle. De modo que el trabajador legal no es.
El ilegal se apunta al paro porque no tiene un contrato en regla. En ese caso sí acierta Rosell cuando se refiere a quien trabaja en negro estando en el paro.
Pero ahí el problema no es el paro sino el trabajo no regularizado. A veces es por su propio interés y a veces porque a su contratador no le interesa. Por eso lo que hay que perseguir no es la inscripción en el paro sino la economía sumergida cuyo “blanqueo” reduciría las cifras de paro.
Entiendo que lo que quiere decir Rosell es la inacción de quien, estando apuntado al paro, se conforma con el subsidio y solo se decide a buscar trabajo cuando sabe que se le acaba. Es comprensible. No es bueno alimentar la pasividad y el conformismo al estilo PER en Andalucía. Ahora bien, él propone la formación como fórmula para evitar ese desinterés por encontrar empleo.
Sin embargo, su solución puede ser válida solo hasta cierto punto pero no más. Pongo dos ejemplos: el primero, mucho más común de lo que parece, el de una licenciada con dos carreras y un máster. ¿Necesita formación? A menudo necesita disimular toda la formación que tiene.
El segundo, el de un hombre de 55 años, con 35 de permanencia en un sector ¿ha de formarse en otro o ha de ver aprovechado, en el suyo, su talento y experiencia difíciles de igualar?
Un discurso el de Rosell demasiado matizable y por tanto preocupante en su vaguedad.