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María José Pou

iPou 3.0

Buenas noches, ángel mío

“Buenas noches, ángel mío, que duermas bien. Tu papá y tu mamá te quieren muchísimo». Esta frase bien podría ser la de cualquier padre o madre a los pies de la cuna. Sin embargo no fueron dichas a un bebé sino a una mujer de 27 años. A Amy Winehouse.

Es fácil quedarse solo con la imagen de una cantante destrozada por las drogas dejando a medias un concierto con la copa de vino en la mano. Es la que todos hemos recreado al saber la noticia de su muerte, inesperada, anticipada y no diré que imprevisible pero demasiado adelantada.

Por eso me llegó al alma la frase que pronunció su padre en el funeral. «Buenas noches, ángel mío». Para él no era una adicta, alcohólica e ida sino su hijita del alma. La niña a la que acunó en brazos al nacer y cuyo sueño habrá velado durante noches y noches. Incluso ésas en las que ni todo su amor de padre ha podido evitar que su niña cayera en el infierno. Tampoco la verá él como nosotros, como una de las mejores voces de los últimos años. Para él no se ha acabado una prometedora carrera musical sino su hija. A la que, sin duda, hubiera querido tener al lado aunque viviera afónica el resto de su vida.

Me conmovió la frase porque parece arroparle, como el padre que tapa a su bebé para que no coja frío y que nada desea más que bonitos sueños para su hijo en lugar de lúgubres pesadillas. Es una despedida de padre, sin grandes sentencias ni máximas. Solo el cariño que envuelve ese «ángel mío».

Es la despedida que todos quisiéramos tener en esos momentos. El deseo de que el sueño, anticipo de la muerte, va a ser ligero y tranquilo y que al despertar estarán ellos, quienes más nos quieren, para esperarnos.

Una escena aumentada con la lupa de la popularidad en el caso de Winehouse pero repetida decenas de veces en Noruega estos días. No me extraña que el abogado de Breivik diga que está loco. Hay que estarlo para provocar tanto dolor y no pegarse un tiro.

Socarronería valenciana de última generación

Sobre el autor

Divide su tiempo entre las columnas para el periódico, las clases y la investigación en la universidad y el estudio de cualquier cosa poco útil pero apasionante. El resto del tiempo lo dedica a la cocina y al voluntariado con protectoras de animales.