Hasta ayer pensaba que los animales que mejor vivían en Valencia era los del Bioparc. O sea, los de un zoo. Sin embargo, ayer los activistas de Igualdad Animal dijeron que no. Que ni esos.

Lo pensaba porque, leyendo las ordenanzas municipales sobre animales domésticos, vi que un perro en Valencia tiene dificultades para ser un perro equilibrado. Si cumple la ley.

El educador de mis perros me ha enseñado que la eliminación del estrés que padecía ‘Whisky’ y el equilibrio de un animal requieren andar suelto de vez en cuando, correr en la naturaleza y pasear por ella a diario. Es lógico: es un animal. Los animales necesitan vivir en un entorno natural y ya que los sacamos de él cuando los domesticamos, lo mejor es hacerles volver lo más posible.

Sin embargo aunque la Generalitat obliga a las autoridades a proporcionar bienestar a los animales, los que viven en Valencia tienen prohibido ir sueltos por la calle y por los jardines, incluido el cauce del Turia. Solo les queda el pasillo de casa o los ‘pipicanes’ en donde no caben tres perros al mismo tiempo. Tampoco pueden bañarse en balsas como las que hay por el antiguo cauce ni fuentes ni playas; no pueden pisar la hierba de los jardines ni pueden ‘marcar’ el territorio, como hacen los machos, en los alcorques de los árboles.

En una palabra, solo pueden vivir atados, salvo en los 90 metros cuadrados en los que los confinamos para disfrutar de ellos. O sea los dueños que cumplen la ley los someten a una vida perra, nunca mejor dicho, excepto que puedan disfrutar de un chalet.

Esa es la razón por la que creía que los animales del Bioparc eran los únicos realmente libres. Para ellos, al menos, hay una reproducción de su entorno natural donde no tienen que estar atados. Sin embargo, los de Igualdad Animal se manifestaron para hacernos ver que eso también es un encierro. Es coherente con la ciudad. Valencia no es ciudad para animales.

Foto: Whisky y Solete frente al Palau de les Arts