La crisis da mucho de sí por lo que se refiere al lenguaje. Problemas económicos y elecciones son malos compañeros de viaje: restan votos, hacen difícil la permanencia o llevan a populistas al poder. Por eso el discurso de los políticos se llena de eufemismos, esos trucos del lenguaje para disimular una realidad poco favorecedora.
La palabra ‘crisis’ sin ir más lejos fue vetada durante meses en el imaginario colectivo del poder. No estábamos en crisis, ni se la esperaba. Únicamente era una ‘ralentización de la economía’, ‘dificultades en el crecimiento’ o ‘cierta recesión global’. Todo menos llamarla por su nombre y ubicarla en la tienda de la esquina.
Ahora, de hecho, asistimos a un proceso similar con la temida segunda recesión o con los tijeretazos de las administraciones en el gasto público. Estos son ‘recortes’ si se critica al contrario y ‘ajustes’ si se defiende lo propio.
En ese discurso explicativo de los recortes se incluye todo un catálogo de sinónimos suavizantes como ‘reorganización’, ‘redistribución’ o ‘replanificación’ de recursos. O sea, recorte.
El último caso que me ha llamado la atención es la forma que ha escogido la Conselleria de Sanidad para hablar de sus reducciones. ‘Optimización’ de la Sanidad lo llama. Eso incluye cerrar salas de hospital argumentando que están vacías.
No sé cómo encajarlo cuando acabo de conocer que el padre de una amiga, operado la semana pasada en el Clínico, ha compartido habitación con otras dos personas.
Supongo que eso es ‘optimizar’ recursos pero no me parece adecuado y por supuesto desmiente a la consellería cuando asegura que no bajará la calidad de la atención sanitaria. Tres por habitación no es calidad.
Ya sé que hablo de un caso concreto, quizás no repetido, pero me pregunto qué estará fallando cuando un hospital pone a tres en la misma habitación y otros, como dice la Administración, tienen un 40% de ocupación.