Me parece estar asistiendo a un cierto despliegue estratégico para acelerar el llamado ‘proceso de paz’. Sé que ese nombre ayuda a simplificar una realidad más compleja y por tanto es útil para hablar de ella sin emplear tres o cuatro líneas, pero no se ajusta a la verdad. No es una guerra necesitada de una firma de la paz. Es una sociedad torturada por la lacra del terrorismo.
Sin embargo, como digo, es útil porque habla de algo más que del ‘fin de ETA’. Habla del día después de ese fin. Eso es lo que me parece que algunos están preparando en la opinión pública.
Sé que tiene que llegar y, si el cese prometido fuera cierto, podría ser una prueba de la nueva etapa de la que hablan. Me refiero al debate sobre el perdón.
Cuando en este país lo que discutamos sea cómo recuperar la normalidad, cómo convivir con quienes convirtieron la vida de otros en un infierno y cómo superar esas heridas podremos afirmar que hemos entrado en una nueva era.
Eso es lo que creo que algunos están planteando ya y, aunque se trate de un debate necesario, parece demasiado pronto para abrirlo. Tendrá que producirse y será difícil, duro y, para algunos, quizás insuperable pero habrá que hacerlo.
Cuando lo pienso recuerdo una película del año pasado titulada ‘Cinco minutos de gloria’ sobre la reconciliación en el Ulster.
En el film, un programa de televisión plantea el encuentro entre un terrorista y el hermano de su víctima treinta años después del asesinato. Lo importante no es si se produce sino cómo cada uno de ellos vive su tormento interior: el del terrorista, consciente del daño producido y de su indignidad; el de la víctima, dolorido por la pérdida de su hermano pero también por su incapacidad para haber evitado la matanza siendo un niño que lo observó todo.
Algún día, quizás, veamos escenas como ésa. Tendremos que prepararnos y confiar en que no se conviertan en espectáculos televisivos.