Siempre he pensado que los políticos tienen poco sentido del humor. Por eso no me extrañó nada que se sintieran molestos cuando Blasco hizo proyectar la película “Sopa de ganso”. ¿Cómo se le ocurre poner la mirada de los hermanos Marx a un grupo de “afectados” por su crítica cáustica?

Cuentan las crónicas que el objetivo de quien seleccionó la película era animar a las tropas. En la última ocasión electoral, lo hizo con “Invictus”, la historia de Mandela y el Mundial de Rugby, y este año pretendía conseguirlo con “Sopa de ganso”.

La película, vista desde quien contempla a Zapatero como el gran hacedor de catástrofes puede resultar simpática pero en toda ella lo que se presenta es una mordaz y descarnada visión de la tarea política. Es difícil sustraerse a eso.

No hay más que recordar el momento en que le dicen al máximo dirigente (Groucho) que los trabajadores quieren horas más cortas y él contesta: “Les daremos horas más cortas. La hora del almuerzo durará veinte minutos”. ¿Quién no va a ver reflejada en esa frase la prestidigitación de la realidad que hace el político?

La película –la recomiendo- es ideal para los indignados pero no tanto para los políticos en activo. Si la proyectaran en Sol, acabarían poniendo un altar a los “otros Marx” y sacándolos en procesión si eso se estilara por allí.

Viéndola es fácil entender que se sintieran aludidos pero no como dicen algunos por ver reflejado el “caso valenciano” sino por verse todos y cada uno. Sus comportamientos, sus atajos morales, sus soluciones improvisadas o su total irresponsabilidad sobre las consecuencias de sus acciones. Todo ello aparece en el film, de modo que resulta imposible animar así a “las tropas electorales”.

Para conseguirlo debía haber optado por “Gladiator” o cualquier otra proyección con tintes castrenses. Si lo que se pretende es arengar a los soldados, no se puede poner un espejo sino un relato épico.