El debate de esta noche costará medio millón de euros. El proceso electoral entero, unos 124 millones. Y aunque dicen que es menos que hace cuatro años, me pregunto si no será un gasto prescindible.

No propongo suprimir la consulta electoral, desde luego, pero sí el eterno juego que nos lleva a ella sin resultados precisos. El debate, por ejemplo, ¿ayuda de verdad a decidir el voto? Particularmente, solo consigue deprimirme.

Primero, porque me molesta perder tiempo en escuchar lo que ya sé en lugar de ver una película, leer un libro o charlar con amigos. Segundo, porque acabo convencida de mi voto, sí, a ninguno de los presentes, cosa que ya tengo decidido desde hace mucho. Tercero, porque me enfadan las opiniones del día siguiente maximizando resultados que no se corresponden con lo visionado y cuarto, porque es el mejor ejemplo de que no piensan en el ciudadano sino en el contrincante, en su equipo y en qué dirá la prensa enemiga.

Ya sé que si se trata de una representación entre políticos y periodistas, yo tendría un hueco en ella pero aún así no me motiva. Solo me mueve la curiosidad de saber si esta noche saldrá el chapapote, el faisán o ‘la niña de Rajoy’. O sea, si desfilarán los fantasmas del pasado tan vivos en esta campaña revival que tenemos.

Ayer lo pensaba con la referencia de González Pons a sus 17 primaveras. La estampa de Rajoy y Rubalcaba estaba presente cuando llegó Zapatero al gobierno y ahora que se va, ellos siguen ahí.

Por entonces Rajoy acababa de dejar el gobierno y ahora aspira a encabezarlo. También en esos días, Rubalcaba era quien reclamaba «merecemos un gobierno que no nos mienta» en relación al 11-M y ahora protagoniza un video clip al ritmo de «Alfredo no te creo».

Dice Campo Vidal, ante las críticas por el gasto, que vale lo que un episodio de una serie. Con la diferencia de que en este caso la historia aporta datos nuevos. El debate, lo dudo.