A veces me recuerdan a los Reyes Católicos. Tanto monta, monta tanto, Sarkozy como la Merkel.

Ellos ejercen el mando en una Europa sometida al eje franco-alemán bajo la leyenda “lo que el euro ha unido que no lo separen las guerras mundiales”. Son la gran pareja real en la Europa postmoderna y republicana. Incluso en ellos se concentra la historia del Continente: Sarkozy, de ancestros judíos aunque católico y Merkel, de padre luterano y formada en la Alemania soviética.

Ayer, viéndoles junto a Monti, me dio la sensación de estar ante dos grandes anfitriones de Europa que reciben, alborozados, noticias de sus colonias allende los mares. A Monti, por un momento, lo imaginé con los oropeles propios de virreyes dando cuenta a sus señores de la marcha de la economía en los territorios lejanos.

Resultaba todo paradójico. Un Sarkozy que no para de aludir a “la historia de nuestros países” refiriéndose a Francia y Alemania mientras da las gracias a Merkel por “haber venido a Francia”. Y todo eso pisando suelo franco-alemán, nunca mejor dicho. En Estrasburgo, una de las ciudades más apetecidas por las dos potencias que fueron conquistando y perdiendo la zona desde tiempos de Atila.

Precisamente por la memoria de sus relaciones bilaterales, era tan curioso verle presumir de territorio francés en una zona de disputa histórica como es Alsacia. Darle la bienvenida a la Canciller a lo que un día fue territorio germano parece una broma del destino ¿cuántos murieron en uno y otro bando por defender el territorio? Pocas causas son tan efímeras como una frontera. Al menos, a la vista del devenir histórico.

Y junto al lugar, el invitado italiano, quien escuchó por boca de los grandes señores de Europa que estaban presentes “las tres mayores economías de la eurozona”. Quizás lo son pero a fecha de hoy Monti no llama a Rajoy para exigirle medidas y Merkel, sí. Eso es potencia y lo demás, retórica.