Ahora entiendo que Rajoy no discuta de política con chicos de 15 años. Al menos, eso fue lo que dijo en Twitter a un chaval que le preguntó por la ley antitabaco. Por toda contestación el joven recibió un «¿15 años? ¿Qué le parece si esperamos un poquito para debatir de política?».
Fue un error del gestor de su cuenta en las redes sociales, sin duda, porque estar en esas plataformas obliga a contestar, en un sentido o en otro, pero sin dejar a un usuario con la tecla en la boca. De lo contrario, el coste de imagen puede ser tremendo.
Viendo la realidad, en cambio, no resulta raro que intentemos evitar una mala formación de las próximas generaciones. Para aprender algo, el mensaje ha de ser coherente y no parece que lo sean ni la acción política ni sus justificaciones.
Por ejemplo, se critica la mayoría ‘aplastante’ del PP (que parece más rotunda que la ‘absoluta’) por el riesgo de que tome decisiones sin encomendarse a nadie. Al mismo tiempo, se presenta una moción de censura en Alginet y la justificación que se da para quitar al alcalde del PP es que, al no tener mayoría absoluta, estaba obligado a consultar las cosas y eso podía provocar desestabilización.
Lo mismo sucede con la perspectiva de Alarte sobre las consecuencias políticas de un fracaso electoral. Dice el secretario general del PSPV que, tras la derrota, es necesario «un nuevo líder, un nuevo proyecto y un nuevo equipo». Lo dice y parece que esté hablando de la oposición. Como si Fabra hubiera perdido crédito y el PSPV estuviera arrasando en cada convocatoria. O como si los que hubieran ido bajando en apoyos desde que llegó a la secretaría general fueran Ximo Puig o Francesc Romeu. Según Alarte, lo que es válido para el PSOE en España no lo es para el de la Comunidad Valenciana.
Es difícil explicar eso aunque quizás quien mejor lo entiende es un quinceañero adolescente. A su edad, todo son dudas e incoherencias.