¿Sirve de algo hacerle una huelga a un gobierno de tecnócratas? Me estoy haciendo la pregunta desde que conocí la convocatoria de los sindicatos italianos contra la política de austeridad “extrem” del gobierno Monti.
A un gobierno político entiendo que sí. Las huelgas sirven para presionar, para mostrar disconformidad y hacer insoportable la realidad social a un dirigente. Se me podrá decir que lo mismo puede ocurrir con un tecnócrata. La diferencia, a mi modo de ver, está en las consecuencias distintas que tiene para cada uno.
La huelga no se hace solo para rechazar una medida sino para “atornillar” al responsable obligándole a ceder, si es necesario, por la fuerza de la opinión pública. Y ahí es donde vamos a parar en la pregunta inicial.
El político vive pendiente de asegurar su continuidad en las urnas. Por eso es más influenciable. Sin embargo, el tecnócrata sabe que no depende de los votos pues, en el caso de Monti, no son ellos los que le han llevado al Palazzo Chigi.
Es cierto que una gran alteración social y un gran rechazo en la calle pueden hacer tambalear a cualquier gobierno, incluso a uno presuntamente insensible como el de los expertos. Si a la ministra de Trabajo y Bienestar social se le saltaron las lágrimas con solo anunciar “sacrificios”, es previsible que una situación de revueltas permanentes hagan mella en el Ejecutivo.
Imagino que están preparados ante esa eventualidad y para no ceder a la conmoción interna que les puede producir. La ministra lloró pero anunció los recortes. Quizás juega con ventaja ¿cómo pueden hacer huelga los pensionistas? En sus condiciones ni siquiera pueden optar por la de hambre pues ya la irrisoria cantidad que reciben les invita a ello a diario.
El problema es que una de las razones para escoger a expertos y no a políticos es que los primeros están libres de peajes. Por eso pueden actuar. Porque no tienen razones para ceder.