A mí nunca me ha gustado militar. No soy de ningún partido ni tengo intención de serlo. Por eso la fórmula que propone Alarte me parece interesante. No me inscribo, no pago cuotas pero intervengo en la vida del partido. Sugerente pero peligroso.
No sé cómo lo verán los que sí pagan las cuotas pero, si la condición de militante y de simpatizante se igualan, terminará por no haber ni socios ni quien pague nada.
De todos modos puede estar tranquilo el PSPV que yo, ni por ésas. Y conste que no es por ellos. Es que no me uniría a ningún partido en estos momentos.
Dice que hay que repensar el concepto de militancia. Es posible pero yo creo que lo que está fallando es el concepto de partido hegemónico y al 15-M me remito. Se me podrá decir que, para fallar, le va muy bien ese concepto al PP de la Comunidad Valenciana. Es cierto. Quizás porque ha asumido un rol gobernante y no de oposición. El PSPV, por el contrario, nunca ha hecho un discurso de alternativa de gobierno sino de rechazo a quien ocupa el poder. Eso, aunque tenga su beneficio electoral, sabe a poco a los ciudadanos.
De todos modos, el problema del PSPV no es la militancia, que bastante tiene con lo que tiene. Son como los aficionados de un equipo de fútbol de esos que nunca ganan un título. Y no miro a nadie.
Lo malo del PSPV es la dirección que no consigue encontrar su discurso, sus maneras y su conexión con los ciudadanos. No con los militantes sino con los ciudadanos.
Decía Alarte ayer en la reunión de Blanquerías que los problemas de los socialistas habían sido la crisis, el paro y la situación económica pero que no podían quedarse solo en eso porque también había habido errores de comunicación.
Al final, siempre es un problema de propaganda. Quizás ése sea el error de la izquierda. Eso solo funciona en época de vacas gordas. Cuando la gente se ahoga por no llegar a final de mes, la comunicación no tiene el más mínimo efecto.