Hoy podríamos hablar de puentes y de la farmacia de la mujer de Camps. Ambos fueron ayer noticia. Los primeros, porque Rajoy propuso eliminarlos del calendario por la productividad y la segunda, porque llamó la atención que la ex primera dama valenciana también hiciera huelga por los impagos del Consell.
Sin embargo, ni los puentes ni esa farmacia son lo importante de la jornada. Son datos llamativos, que darían de sí para un comentario ocurrente, pero solo son la superficie y no la esencia. No es la sustancia sino la anécdota.
Lo importante de la sesión de investidura fue el talante (¡oh qué tiempo tan feliz aquel en el que se nos prometía). Ni siquiera las propuestas concretas que se vislumbraban y que tendremos tiempo de conocer, sopesar y sufrir.
Al menos una servidora lo que quería saber era la predisposición de quienes nos representan. Ellos van a legislar, van a facilitar el empleo, una educación mejor y unas pensiones dignas. De ellos dependerá que nuestra vida sea un infierno o que los brotes verdes afloren. Esa es la razón por la que quería verles en acción.
Por ejemplo, decía Rubalcaba que solo hay cuatro tipos de contrato y Rajoy le contestaba que en realidad solo hay uno. Pues no tiene razón ninguno de los dos. No es que haya pocos modelos, es que no hay contratos. ¿Quién contrata hoy si lo único que ocurre, EPA tras EPA, es una continuada destrucción de empleo?
Con la huelga de farmacias ocurre otro tanto. Lo preocupante no es que la mujer de Camps haga huelga. Faltaría más. Ni siquiera que hubiera una incidencia masiva. Eso es el síntoma de algo mucho más grave: no solo el drama personal de cada farmacéutico sino una paralización de la Sanidad en la Comunitat.
Es el problema de fondo lo que debería preocuparnos y saber que nuestros dirigentes dedican 25 horas al día a resolverlo, superando diferencias por el bien de todos. Y eso, desgraciadamente, no lo vi.